Eslabón anabautista en una cadena de islas

LA LAGUNA, Islas Canarias — Las puertas verdes de garaje están sin identificar y no hay ventanas. La única pista de que al otro lado hay una iglesia son los sonidos dominicales de oraciones carismáticas y cánticos de alabanza.

Bueno, eso y también las vidas transformadas por los muchos ministerios que se desarrollan entre semana, diseminando por las calles del barrio la noticia de una nueva clase de iglesia.

Iglesia Evangélica Manantial de Vida es la primera congregación anabautista en las Islas Canarias, un archipiélago español donde viven más de 2 millones de personas, frente a la costa de Marruecos.

A la vuelta de la esquina de la iglesia, la ciudad de Santa Cruz desciende la cuesta empinada hasta la costa de la isla de Tenerife. El barrio empobrecido de La Cuesta, en La Laguna, se halla junto a una cañada profunda donde coexisten unas chabolas y docenas de perros, cuyos aullidos hallan eco en las cuevas a lo largo del cañón.

El pastor Juan Ferreira antes tenía una empresa de construcción detrás de esas mismas puertas grandes y verdes. Pobre de recursos pero rica en amor, la iglesia empezó cuando Ferreira y su esposa Lucy, sintieron el llamamiento de Dios a construir un reino celestial en lugar de estructuras terrenales.

—Dios me dijo que cerrara la compañía y este era el garaje para esa compañía —dijo—. Empezamos aquí con ocho personas y dos ratones.

Una plataforma con atril e instrumentos de música remplazó su despacho. Ocho filas de bancos ocupan al lugar que antes un camión. Los propietarios del inmueble son los padres de Lucy.

—Hace dos años oramos al Señor, queriendo saber si éste es el lugar —dijo Ferreira—. Mi suegros odiaban el evangelio. Vivían aquí al lado. Ella falleció. Hoy sabemos que Dios tiene un propósito para este lugar.

La iglesia siguió pagando un alquiler al padre de Lucy, de lo cual vive, mientras que el matrimonio Ferreira y la iglesia se ocuparon en demostrar el amor de Dios.

—Dios tiene un propósito aquí —dijo Ferreira—. Mi suegro se bautizó hace un mes. El testimonio, la presencia de Dios, eso es lo que ha hecho el cambio.

Conexión de amistad

Por la obra de Ferreira con los Gedeones Internacionales, trabó amistad con Constantín Carrillo, un gedeón de Miami que tiene décadas de experiencia como pastor de los Hermanos en Cristo.

—Como era mi amigo y sabía la legitimidad de su llamamiento, decidí presentárselo a mi obispo, Eduardo Llanes, que al cabo de un año de observar su ministerio, decidió invitarlo a hacerse parte de la familia —dijo Carrillo, que esta primavera pasada fue nombrado coordinador regional de BIC World Missions (agencia misionera de HEC) para el Caribe—. Juan aceptó con entusiasmo la invitación, por cuanto había conocido quiénes éramos y estaba de acuerdo con nuestra forma anabautista de entender la Escritura.

A partir de eso, Ferreira puso en marcha sus propios recursos.

—Ellos no tenían dinero para apoyar, pero yo tenía una empresa constructora— dijo.

Manantial de Vida, junto con una congregación hermana empezada hace seis meses unos 15 km al sur en Añaza, son parte de la Convención Regional HEC del Sureste de Estados Unidos. En lugar de brindarles financiación para que pudieran empezar, la convención les prometió oración. Ferreira recibió la ordenación y se mantiene en contacto con un obispo del Sureste.

A esas alturas HEC encomendó la congregación a la asociación Anabautistas, Menonitas y Hermanos en Cristo - España, según Dionisio Byler, que con su esposa Connie son obreros de la Red Menonita de Missión (con sede en EE. UU.).

Esta comunidad consiste de 12 congregaciones y casi 500 miembros bautizados, es miembro del Congreso Mundial Menonita y tiene conexiones con Red Menonita de Misión, BIC World Missions, Rosedale Mennonite Missions, y Amor Viviente (de Honduras).

Bruce y Merly Bundy, misioneros HEC en Madrid, visitaron la iglesia a principios del año pasado.

—En cuanto a los demás, conocimos al matrimonio Ferreria en octubre de 2012 en nuestro Encuentro Menonita Español que celebramos cada dos años —dijo Byler—. En nuestro retiro anual del liderazgo que celebramos en febrero, Manantial de Vida fue admitida a nuestra comunidad de iglesias.

Una iglesia diferente

Tenerife tiene 900.000 habitantes en sus 785 km2, y al igual que España peninsular, su población es muy mayoritariamente católica. Ferreira dijo que su barrio tiene más iglesias evangélicas que ninguna otra parte de la isla.

—La mayoría de las personas de esta iglesia son españoles y canarios —dijo—. En otras iglesias evangélicas, sólo se ven inmigrantes. Aquí un 90% son españoles .

Las gentes del lugar, muchos en el paro, se sienten atraídos por la forma que la congregación de unas 70 personas expresa el amor de Dios. Ferreira piensa que su papel como pastor no es tanto predicar como saber escuchar como un buen aconsejador.

La gente se da cuenta que estoy cerca. Los entiendo y les puedo ayudar —dijo—. Estamos juntos. El pastor no está ahí subido a un púlpito, lejos. Estoy aquí abajo con ellos.

Y se corre la voz.

—La gente llega por el testimonio de otros —dijo—. Oyen lo que ha pasado… Una mujer llegó aquí con un bastón; la rodilla le venía doliendo desde hacía nueve meses así que oramos por ella. Al día siguiente llegó sin bastón.

Las obras de Dios ensamblan con las de los hombres. La iglesia distribuye comida de un banco de alimentos local, entre la gente de la iglesia y de la comunidad alrededor. Los sábados Ferreira recoge verduras que están bien sin ser del todo frescas, para añadir al reparto.

Cualquiera puede venir para recibir clases de música gratis, que brindan los miembros del grupo de alabanza. Lucy Ferreira, que también tiene funciones pastorales, da clases de alfabetización para mujeres de familias romaní (o gitanas), por cuanto muchas no pudieron adquirir ese conocimiento cuando eran niñas.

—Tengo la convicción de que la presencia de Dios está detrás de todo —dijo Juan Ferreira—. Si la presencia de Dios no está en un lugar, no va a funcionar. La razón de que la iglesia funcione aquí es la presencia de Dios. La gente confía unos en otros.

por Tim Huber, para Mennonite World Review. Distribuido por el permiso

 

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