Al corriente: noviembre 20, 2024
Campañas de evangelización, música animada y danzas todo el día, testimonios, llamados al altar y una docena de personas pasando al frente. La oración se hace en voz alta, con lágrimas o alegría. Se siente el entusiasmo.
La Iglesia de los Hermanos Menonitas de la República Democrática del Congo me recibió efusivamente para celebrar su centenario en agosto de 2024.
El evento de varios días se llevó a cabo en el gran edificio nuevo de la iglesia que se construyó frente a la sede de la iglesia miembro del CMM en Kikwit, provincia de Kwilu, a ocho horas en auto y a más de 500 kilómetros de Kinshasa.
Pero las distancias no fueron un impedimento: la gente se reunió.
Unas 2.500 personas llenaron el gran edificio de la iglesia para celebrar el aniversario de la CEFMC (Comunidad de Iglesias de los Hermanos Menonitas del Congo), durante las cinco horas que duró el culto.
Daniel Onashuyaka Lunge, obispo de la ecuménica Iglesia de Cristo del Congo (ECC), predicó un sermón sobre la unidad, un desafío siempre presente para las comuniones eclesiales de todo el mundo.
CEFMC, una iglesia miembro del CMM, tiene sus desafíos, pero también muchos dones.
Los líderes de CEFMC quisieran que la iglesia sea autosuficiente, pero también que establezca asociaciones saludables. Oran para que los pastores y evangelistas difundan el mensaje.
Están lidiando con el trauma del colonialismo y una cultura de desconfianza que es resultado de la corrupción sistémica en los sistemas gubernamentales.
La necesidad de un liderazgo calificado en la iglesia se hace sentir; no sólo respecto a temas de educación sino también en cuanto a practicar un liderazgo de servicio contracultural que no esté tentado por la corrupción, las divisiones tribales y las demostraciones de poder impulsadas por el ego.
La vasta geografía de este país rico en recursos genera a la vez riqueza y adversidad. La violencia prolongada, especialmente de los rebeldes armados en el este, desplaza a personas a todos los rincones del país y más allá.
Le entregué a Antoine Kimbila y a la CEFMC una placa conmemorativa en nombre de la familia mundial, para recordarles que son parte de esta gran familia mundial, que comparte sus alegrías y sus luchas.
Y ellos tienen muchos dones para compartir con nuestra familia.
La vitalidad emocional de su vínculo con Jesús es un don. Aun durante un culto de varias horas, su fe es palpable.
Su práctica comunitaria es un don. Los miembros de la iglesia reciben a las personas desplazadas del este con los brazos abiertos. Escuchan y comparten estrategias para sanar los traumas. Ofrecen comida e incluso acogen a los refugiados en sus propios hogares.
Su fe es un don. En Occidente, cuando tenemos dinero, construimos. En la República Democrática del Congo, cuando hay una visión, comienzan a construir, orando con paciencia y confiando en que llegará lo que se necesita para continuar.
Sus bautismos son un don. Para algunos, la conversión implica apartarse totalmente de otra forma de vivir. En su bautismo y después, encarnan un fuerte sentimiento de ser salvos.
Cuando visito iglesias, siempre les digo: “Les puedo saludar en nombre de César García (nuestro secretario general), pero no en nombre del CMM porque entonces estarían saludándose ustedes mismos. Ustedes son el CMM”.
Entonces saco una foto con la gente reunida y saludando a la cámara mientras saludan a los otros 1,5 millones de creyentes que también son el CMM.
Mi presencia allí es una muestra de que forman parte de esta gran familia mundial. Por eso, estas visitas en persona siguen siendo importantes en tiempos de reuniones por Zoom.
Mientras siento el polvo y el calor, y el espíritu alegre de la fe y la esperanza en Jesús, junto a dichos creyentes del otro lado del mundo, ambos recordamos que somos uno. Para ambas partes, estos encuentros valen la pena. Estamos unidos en esta familia mundial de fe.
—Henk Stenvers, de los Países Bajos, presidente del CMM (2022-2028)
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