Al corriente: junio 20, 2018
“Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.”
En Renovación 2027, Transformados por la Palabra: leer las Escrituras desde una perspectiva anabautista, en Augsburgo, Alemania, 12 de febrero de 2017, el Comité de YABs (Jóvenes Anabautistas) reflexionó sobre Mateo 28,19–20 desde sus perspectivas locales. Las columnas de esta sección se adaptaron en base a sus presentaciones.
Me crié en una pequeña aldea de las Filipinas alejada de las ciudades, cerca de las montañas, lagos y fincas. Vivo en una comunidad de estilo de vida sencillo y cuyos integrantes mantienen lazos muy estrechos.
Somos personas que privilegiamos los vínculos. Compartimos nuestras cosas con los vecinos, esperando que algún día también podamos pedir su ayuda en caso de necesidad. A veces, varias generaciones conviven bajo el mismo techo. Solemos ser muy emotivos: el filipino cuenta con palabras para expresar una variada intensidad de emociones que quizá otros idiomas no tengan.
En una comunidad pobre como la nuestra, cuando nos hacen falta ciertas cosas se las pedimos al Señor. Cuando un niño sufre de una enfermedad, rogamos por su sanación porque es nuestra única opción. Cuando no posees nada, lo que tienes son milagros, y valoras cada pequeña acción de la gracia de Dios.
Tenemos pastores que apenas han finalizado la escuela secundaria, y sólo pocos líderes de nuestras iglesias lograron acceder a la educación formal. Ninguno de ellos es graduado de un seminario menonita. Mi sueño es que nuestros jóvenes tengan mayor exposición internacional, sean debidamente capacitados y estén más unidos teológicamente.
Lo que me lleva a nuestro texto: las instrucciones de Jesús a sus discípulos al final de su vida en la tierra.
El primer paso del discipulado es permitir que Cristo se adueñe de ti. Depender totalmente de su voluntad, como barquito sin remo, completamente dependiente del viento. Fomentar un corazón dispuesto a vender todas sus posesiones y dárselas a los pobres sólo para seguir a Cristo: éste es el corazón de un discípulo. Al igual que los primeros menonitas, dispuestos a morir por su fe, dispuestos a renunciar a todo para vivir en paz en otras partes del mundo.
El segundo paso del discipulado tiene que ver con la capacitación, aprender a seguir a Cristo. Uno no se convierte inmediatamente en un discípulo maduro tras el bautismo.
Tercero, ser discípulo significa que eres responsable de formar discípulos. El discipulado constituye un mandato para cada uno de los creyentes, no sólo para los pastores. Es tu destino como seguidor de Cristo. Jesús buscaba discípulos deliberadamente, pidiéndoles que le siguieran, enseñándoles, ocupándose de ellos, y luego, pidiéndoles que hicieran lo mismo y formaran más discípulos. No es un don de unos pocos, sino responsabilidad de todos.
La pasión por el discipulado proviene de nuestra profunda comprensión y plena experiencia del poder y la gracia de Dios.
La tarea de orientar o enseñar a los demás debería realizarse de manera sistemática.
En nuestra organización de jóvenes menonitas en las Filipinas, nos dimos cuenta de que los jóvenes se alejaban, por tanto implementamos un método que, en los últimos meses, ha duplicado el número de nuestros asistentes jóvenes y la formación de muchos líderes. El concepto de esta iniciativa se basa en un ciclo de orientación y enseñanza que promueve los vínculos y la responsabilidad mutua.
Elegimos a algunos jóvenes comprometidos con el ministerio. Empezamos a capacitarlos para ser buenos líderes, para enseñar, para ocuparse de los nuevos creyentes, y para dirigir un pequeño grupo. A medida que se les prepara y anima, empiezan a ocuparse unos de otros, a invitar a sus amistades, a realizar sus propios estudios bíblicos, acercándose a sus padres, hermanos/as y amigos/as, formando más discípulos para Cristo.
Tengo la esperanza de que nuestra cultura inste a todos a orientar al prójimo y a ser mutuamente responsables. Y pido que quienes sean graduados de un seminario, sean teólogos/as, o personas con más experiencia, tengan la amabilidad de compartir sus conocimientos.
Si realmente quisiéramos seguir teniendo un rol relevante en este mundo, y ser portavoces y embajadores de paz, es necesario que tengamos un enfoque más consciente en obediencia al mandamiento de Cristo. Debemos sumergirnos profundamente en el amor de Dios a fin de descubrir la pasión indescriptible por el discipulado. Los asiáticos nos multiplicamos por nacimiento, pero como iglesia, nos multiplicamos por medio del discipulado.
—Ebenezer G. Mondez, miembro del Comité de YABs (Jóvenes Anabautistas), pertenece a Lumban Mennonite Bible Church, Integrated Mennonite Churches, Inc., de las Filipinas.
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en octubre de 2017.
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